Hoy os hablo de… controles parentales.
Y es que parece que son la panacea, que con «otro dispositivo» vamos a «controlar». Y ahí está la cuestión, no se trata de controlar, se trata de enseñarles a usar la tecnología.
En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, cada vez más padres recurren a los controles parentales para regular el uso de dispositivos y plataformas digitales de sus hijos. Sin embargo, expertos en educación y seguridad infantil advierten que estas herramientas, aunque útiles en algunos casos, no reemplazan el diálogo y la educación digital en familia.
Los límites de los controles parentales
El auge de los controles parentales ha sido una respuesta a la creciente preocupación por los riesgos en línea: contenido inapropiado, ciberacoso, adicción a las pantallas y redes sociales. Aplicaciones de monitoreo permiten a los padres restringir el acceso a ciertas páginas web, limitar el tiempo de uso y recibir informes de actividad digital.
Pero, ¿son realmente efectivos? La realidad es que los adolescentes, nativos digitales, encuentran con facilidad la manera de evadir estos bloqueos. Si indagamos un poquillo por los institutos y demás colectivos, sabremos…. que más del 70% de los jóvenes saben cómo sortear las restricciones impuestas en sus dispositivos. Además, imponer controles estrictos sin una conversación previa puede generar un efecto contrario: falta de confianza, ocultamiento de actividades y una mayor desconexión entre padres e hijos.
La comunicación, la mejor herramienta de prevención
Frente a esto, psicólogos y pedagogos coinciden en que la mejor estrategia no es la prohibición, sino la educación. “Los controles parentales pueden ser un apoyo temporal, pero no enseñan a los niños y adolescentes a autoprotegerse ni a tomar decisiones responsables en internet. La clave está en el diálogo y la educación digital desde edades tempranas”, explica Laura Méndez, psicóloga especializada en adolescentes.
Hablar sobre los peligros de internet, establecer reglas claras y generar confianza en casa permite que los menores aprendan a gestionar su tiempo en pantalla y a reconocer situaciones de riesgo por sí mismos. “Si un niño o adolescente se encuentra con un problema en internet, lo ideal es que sepa que puede hablar con sus padres sin miedo a represalias, y eso solo se logra con comunicación abierta”, añade Méndez.
Más confianza, menos prohibiciones
Los expertos recomiendan adoptar un enfoque basado en la confianza y el acompañamiento en lugar del control absoluto. Algunas estrategias clave incluyen:
📌 Conversaciones frecuentes sobre el uso de internet, redes sociales y videojuegos.
📌 Enseñar a identificar riesgos como el grooming, el ciberacoso y las fake news.
📌 Establecer acuerdos en familia sobre el uso de pantallas en función de la edad.
📌 Dar ejemplo: los niños aprenden más de lo que ven en casa que de lo que se les impone.
En definitiva, el debate sigue abierto, pero la evidencia apunta a que una educación digital basada en la confianza y la comunicación es mucho más efectiva a largo plazo que cualquier herramienta de control parental. La pregunta es: ¿Estamos preparados para escuchar y educar en lugar de solo restringir?
Cualquier duda que te surja, recuerda que me tienes a tu disposición. Un abrazo.
