La adolescencia es una etapa de grandes transformaciones y, por lo tanto, una etapa vulnerable. El desarrollo de la identidad, la búsqueda de pertenencia y la necesidad de experimentar nuevas sensaciones, son características comunes de los adolescentes. En este contexto, las adicciones, tanto a las sustancias como a las tecnologías, representan una amenaza creciente que pone en riesgo su bienestar físico y emocional. La adicción digital, que en muchos casos parece inofensiva o incluso positiva, se ha convertido en una de las principales preocupaciones para las autoridades, pues cuando se combina con la adicción a las drogas, el riesgo para el joven se multiplica. Como Agente Tutor de la Policía Local, mi labor es no solo intervenir ante situaciones de riesgo, sino también ofrecer estrategias preventivas que puedan ayudar a los adolescentes a comprender y prevenir estas adicciones.
El auge de la adicción digital: el peligro invisible
En la última década, el uso de dispositivos digitales ha aumentado de manera exponencial. Los teléfonos móviles, tabletas y computadoras se han convertido en herramientas esenciales para el aprendizaje, la socialización y el entretenimiento. Sin embargo, este uso generalizado ha dado paso a una nueva forma de adicción que afecta a millones de jóvenes en todo el mundo: la adicción digital. 
La adicción digital, en términos sencillos, es el uso excesivo e incontrolado de la tecnología, especialmente las redes sociales, videojuegos y aplicaciones de mensajería, que interfiere negativamente en las actividades diarias del individuo. Si bien no se trata de una adicción física como las drogas, sus efectos pueden ser igualmente devastadores. Los adolescentes son particularmente susceptibles a esta forma de dependencia, ya que están en una etapa en la que la construcción de su identidad y la validación externa juegan un papel crucial en su desarrollo emocional.
El consumo excesivo de contenido en redes sociales puede llevar a trastornos como la ansiedad y la depresión. El ciclo constante de búsqueda de aprobación, los comentarios negativos o la comparación con otros puede generar una baja autoestima.
La adicción a las drogas: un riesgo añadido
Paralelamente a la adicción digital, el consumo de drogas entre los adolescentes sigue siendo una preocupación central para las autoridades y las familias.
En muchas ocasiones, las drogas no son percibidas como un problema inmediato, sino como una «prueba de rebeldía» o una fase pasajera.
Sin embargo, la adicción a sustancias puede tener efectos devastadores tanto a corto como a largo plazo. En muchos casos, los jóvenes comienzan a consumir drogas por curiosidad, por presión de grupo o por querer escapar de una realidad que consideran desagradable.
La relación entre la adicción digital y la adicción a las drogas es más estrecha de lo que muchos creen. De hecho, la tecnología puede facilitar el acceso a sustancias. A través de las redes sociales y las aplicaciones de mensajería, es cada vez más fácil comprar drogas de forma anónima, sin necesidad de intermediarios directos. En este contexto, los adolescentes pueden caer en la tentación de consumir drogas de manera más frecuente y, por lo tanto, más peligrosa.
Un ejemplo real pudiera ser….encontramos en Javier (nombre ficticio), un joven de 17 años de mi comunidad, quien comenzó a consumir cannabis a los 15 años. Javier, aunque era buen estudiante, había comenzado a sentirse cada vez más inseguro en su entorno social y académico. Su dependencia digital, en particular el uso constante de videojuegos online, le generaba una sensación de aislamiento, pues prefería «vivir» en esos mundos virtuales que enfrentarse a la presión del día a día. Fue entonces cuando un compañero de juego le ofreció, de manera virtual, un acceso rápido a cannabis a través de una app de mensajería. En poco tiempo, Javier comenzó a consumir de manera habitual, lo que repercutió no solo en su rendimiento escolar, sino también en su relación con amigos y familiares. Su vida se fue desmoronando a medida que las dos adicciones —la digital y la de las drogas— se alimentaban mutuamente. En un principio, las horas frente a la pantalla le proporcionaban una vía de escape, pero pronto la necesidad de consumir drogas se unió a esa escapatoria, creando un ciclo destructivo.
El ciclo vicioso: cómo la adicción digital y a las drogas se retroalimentan
El caso de Javier es un ejemplo claro de cómo la adicción a las tecnologías y la adicción a las sustancias pueden retroalimentarse.
La digitalización de la vida social y la facilidad con la que se puede acceder a información sobre drogas, así como la compra de estas a través de internet, ha creado un ambiente propicio para que los jóvenes caigan en esta peligrosa espiral.
Los adolescentes que pasan largas horas en línea, a menudo expuestos a contenido de riesgo, están más inclinados a tomar decisiones impulsivas, como el consumo de drogas.
El ciclo es, además, emocionalmente destructivo. Los adolescentes que consumen drogas para lidiar con la ansiedad o el estrés generados por las redes sociales, por ejemplo, pueden ver en las drogas un «alivio» momentáneo. Sin embargo, los efectos secundarios del consumo de sustancias, como la alteración del estado de ánimo y la pérdida de motivación, pueden empeorar su estado emocional y conducir a un mayor aislamiento. A su vez, el uso excesivo de la tecnología puede inducir a más soledad y angustia, lo que refuerza la necesidad de consumir sustancias para «escapar» de la realidad.
Prevención y responsabilidad compartida: el papel de la Policía Local y la comunidad educativa
Como agente tutor de la Policía Local, mi función no solo es intervenir en situaciones de riesgo, sino también formar parte de un sistema de prevención que involucra a padres, educadores, psicólogos, y todos los miembros de la comunidad.
La prevención debe comenzar con la educación, enseñando a los jóvenes a reconocer los riesgos tanto de las adicciones digitales como de las drogas.
El objetivo no es solo prohibir o restringir, sino ayudar a los adolescentes a desarrollar herramientas para gestionar su tiempo de manera saludable y evitar caer en comportamientos destructivos.
En este sentido, los programas de prevención en las escuelas, el trabajo cercano con las familias y la intervención de profesionales de la salud mental son cruciales. Como policía, mi labor se extiende a la orientación y a la intervención temprana. Muchas veces, los adolescentes no son conscientes del daño que están provocando en su vida al caer en la adicción a las redes sociales o al consumo de drogas. El trabajo preventivo consiste también en darles una visión clara de las consecuencias a largo plazo, en fomentar la autoestima, la salud emocional y en crear redes de apoyo que les permitan tomar decisiones más saludables.
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